julio 03, 2014

vértigo

Las dos y dieciséis de la mañana, y sabes qué.
¿Sabes qué?
Estoy destilando y ni siquiera sé por dónde empezar a sangrar.
Ya sé que nunca se me dio bien y que tengo la mano completamente puesta en el fuego.
Me he subido a ese precipicio y desde ahí veo todo demasiado al revés.
La pequeña siempre he sido yo. Sé que no lo vas a entender.
Y que quema, y que me voy a caer.
Yo nunca he querido un invierno, pero dónde está el frío cuando más se necesita,
o lo necesito. Digo.
A veces entiendo de vértigos, este precipicio tiene unas vistas que flipas. 
Eso sí, ni se te ocurra acercarte, prefiero que no veas los trozos que quedan de mí.
No sé.
Estoy perdida. Y me gustaría encontrarme antes de que lo hagas tú.
No no, mejor. Me gustaría que me encontrases antes de que lo hiciera yo. Lo demás es secundario.
Lo que sí sé es que me acabo de dar de lleno con tus dudas. ¿Por qué no lo ves?
Ojalá se rompieran. Todas. Tú no. 
La verdad es que yo tampoco sé a que viene todo esto. Mejor olvídalo.
Sí, mejor.
O sea, quiero decir. Lo que he querido decir desde el principio. Lo sé. No me explico. 
Lo sé. No espero que me entiendas. No sé. Simplemente, no te rompas.

julio 02, 2014

y por eso nunca acabo

El camino es nuevo. Está asfaltado y sin, subidas y bajadas.
La gente ya no es igual, ni yo tampoco.
Ahora soy de las que en vez de un hazlo, soy de las de ni se te ocurra. Pero ya sabéis, aquí todo visto desde el retrovisor se ve diferente. Pero porque es así, supongo.
Ahora los paisajes se distorsionan, pero yo lo sigo viendo todo horriblemente maravilloso. Que no sé si soy yo o ya no sólo hay gente sino personas. 
Me da igual.
He vuelto a escribir porque no podría estar más equivocada. De todo. En realidad las cosas no venían rodadas, era yo que estaba cogiendo carrerilla para aproximarme al muro que nunca he conseguido traspasar. Y la hostia ha podido ser buena. Directa a la cara y al corazón.
Al final va a ser verdad eso de que cuando te haces una herida todas las hostias van ahí. Un poco la vida. 
A veces me gusta equivocarme, no lo voy a negar. Y que yo que sé, pero hay errores que volvería cometer más de una vez. Aunque luego ya no me queden tiritas.
Ahora si me tocas ya no corto. Todos mis trozos los he pegado. Creo que no están en el mismo sitio que antes, pero tampoco se ven tan diferentes.
Pues ya ves. El camino es nuevo y yo parece que también. No sé cuánto dura el camino porque no me gusta el tiempo. Y a veces, las cosas duran sólo un segundo, como dicen. Aunque parezca que no, un segundo es suficiente. Creo que sólo nos basta con cerrar los ojos muy fuerte y hacer que no estamos aquí, durante un segundo al menos si me dejan, me vale. No sé, de vez en cuando estaría bien hacerlo.

Y ya está. Nunca se me dieron bien los finales.