noviembre 29, 2013

las cosas patéticas que escribe una en el metro

No sé que hago, lo cierto es que este tipo de al lado me está poniendo de los nervios. Pero es una de las personas que me han impulsado a escribir desde el móvil y muy cutremente. Lo cierto es que, me gusta guardar las cosas en borradores y publicarlas cuando todo haya sido un poco revisado.
Él estaba a sus cosas, a su música y probablemente no se enterase de que justamente ahora estoy hablando de él. Estaba escribiendo en su cuenta de twitter y eso me dio ganas de escribir a mí. Si consigues desviar la vista hacia mi móvil sólo era saludarte y decirte que me acabas de transmitir ideas que tenía un poco perdidas y desordenadas por mi cabeza.

Una vez una persona me dijo: "eres una de esas personas que no se tienen que perder nunca". No sabía muy bien a qué se refería. Hablaba de la amistad, pero me sorprendió pensar que aquella persona que me dijo eso ya ni siquiera sabe nada de mí.

Los que se sentaban delante habían desaparecido y no me había dado cuenta. Había estado tan centrada en escribir algo coherente que había olvidado la realidad. 
Ahora podía verme reflejada en el cristal de enfrente. No paraba de rotar la mirada por todo el vagón. Había perdido el hilo de lo que quería escribir y buscaba algo que lo reanimase.
El chico de al lado seguía ahí, esta vez había cambiado su postura, pero no se bajaba.
Paramos y entró una chica que se puso justamente tapándome la visión de mi yo. Y me alegraba no poder verme.
Me giré para leer la estación, me sorprendió ver que había pasado tanto tiempo y tan sólo habían pasado un par de paradas.

No sé que haría sin escribir. Supongo que hay veces que no consigo aceptar mi realidad. 
Me niego a ver que realmente soy la chica despeinada y solitaria. Pero lo pienso.
Me niego a plantearme el hecho de que, la gente cambia. Y me incluyo. 
De que ya ni me gustan las cosas que me encantaban hace meses y de que pienso mucho que debería mandar a mucha gente de vacaciones.
Nunca lo hago.
Es como si algo me estuviera reteniendo, o como si yo misma me escondiese y no quisiese aceptar las cosas que pasan. Que suelo aceptarlas y darlas de frente. Raro.

No sé que haría sin las canciones y sus letras. Sin las películas que tanto me han ilusionado. ¿Sabéis a lo que me refiero?

Volví a la realidad y me fijé en la chica que tenía sentada en frente. Leía un libro, pero mi vista de cegata no podía leerlo con claridad. Y ni siquiera reconocía la portada.
Miré sus zapatos. Eran una especie de botines coloridos con purpurina. Quizá descrito suenen horribles, pero eran bonitos. Aunque, no pegaban nada con la cara de tragedia de aquella chica.

Me dio por mirar mi móvil y seguir escribiendo. Preferí escribir a contarle algo triste a alguien, a pesar de que me dijesen que se lo contara. ¡Cómo si les interesase! ¡Bastante tenían ellos con lo suyo!

Esta vez alguien tosió y esto me hizo volver al mundo real. Vi que estaba sola, el chico de al lado ya no estaba y yo seguía en las cuatro líneas de una entrada que posteriormente guardaría en borradores como "las cosas patéticas que escribe una en el metro".


Todo empezó tras marcar tres verdaderos

No sé cómo empezar esto pero allá voy:

Todo empezó como un día cualquiera, solo que era viernes. Y las siete de la tarde. Pero eso ya es otra historia.
Me fui a mi habitación, o rinconcito de pensar, que probablemente venga siendo lo mismo, (según qué persona, claro está).
El frío me había calado las manos y a veces me hacía escribir con dificultad. Encendí el ordenador: 0 mensajes. Cuando digo cero, son cero importantes. Ya que de bandeja de entrada tenía unos cuantos sin abrir y que probablemente elimine sin leer.

Pensé en evadirme escribiendo. Abrir el blog que tantos días llevaba esperando para actualizar. Porque, cuando uno quiere escribir, no encuentra la forma de parar.
Y ahí estaba yo. Abriendo una nueva entrada en blanco, mirándola fijamente. 
Pero no me decía nada de nada. No es que no supiera cómo empezar, es que no sabía qué escribir. Toda mi imaginación y mis ganas de escribir se habían alejado y habían desaparecido de una manera que no quedaba ni rastro de ella. Fíjate. 
Esperar para luego, nada. 

Entonces fue ahí cuando empecé a pensar sobre la inspiración y sus constantes vacíos cuando menos lo esperamos.
Creo que quedarnos en blanco o tener vacíos de inspiración ocurren porque algo en nosotros ha echado el freno de mano en la vida. Y no sé si me explico.
Todo lo que hemos avanzado se acaba consumiendo, quemando, y desgatándose hasta quedar: nada. O quizá haya un parón para tristes días que huelen a quemado.

Hoy probablemente fuera uno de esos días en los que yo no podía escribir porque probablemente se haya quemado algo o porque seguía escuchando la música del de arriba que tanto me había impedido estudiar.
Que yo no sé por qué, pero siempre escucha la misma música y yo ya estaba un poco harta. Pero eso era otra historia.

Ahí estaba yo, sentada frente a la entrada en blanco que seguía sin decirme absolutamente nada. Y no es que las entradas hablasen. Pero siempre hay una especial que nos hace escribir una cosa u otra. Según nosotros y según ella.

El caso era, que no era casualidad. Yo había echado el freno de mano y estaba apalancada y estancada en uno de los vacíos más cómodos de la vida. Ahí me pasé minutos, incluso horas y no sacar nada en claro. 

Justo cuando decidí arrancar y empezar la marcha vi que la pantalla de mi móvil se iluminaba. Y alguien me había interrumpido en ese pensar, pensar y pensar sin saber qué decir.
Era un grupo de WhatsApp, aquel que cree para mantener el contacto con personas que hoy no quieren saber nada de mí. Y era raro. Intenté no abrirlo pero cuando me vi en línea supe que era demasiado tarde como para no responder.
Sólo estaban hablando los de siempre, y con los que por fortuna, sigo manteniendo contacto. Los demás seguían callados y silenciosos como siempre. Ni siquiera hablaban para resolver un tema importante, ni para decidir algo a lo que se habían apuntado. Tan sólo estaban ahí, por estar.
Una vez pensé en borrarlo. Eliminar ese grupo para siempre, pero siempre obtendría un mensaje individual de alguno quejándose del porqué. No quise empezar líos y contesté al mensaje.
Volví a leer todos los que se habían reunido, (otra vez de las mismas personas), sabía que algo iba mal, y efectivamente, así fue.

Volví a evadirme enfrentada al trozo en blanco que se posaba en mis ojos. Sabía que muchas ideas rondaban por mi cabeza en aquel instante, pero ninguna lo conveniente como para llegar a ser escritas.

"¡A la mierda!" me maldije a mí misma. Me levante de la silla que no hacía más que darme vueltas y salí de mi cuarto descalza. Notando que el frío suelo recorría mi piel.  Era agradable. Al menos iba de puntillas hasta refugiarme en las zapatillas de lunares que tanto me gustaban.
Entré a la cocina con la esperanza de encontrar algo que calmase mi mal humor. Y menos mal que no encontré chocolate.
Volví a ver mi móvil que estaba muy impaciente. Sabía que no tenía que haberlo desbloqueado. Esta vez no era el mismo grupo, sino otro en el que tan sólo estábamos los únicos que hablábamos en el anterior grupo. Habían unos diez mensajes nuevos tratando el enfurecimiento que había porque al final volvíamos a quedarnos sin viernes.
"¡Bah!" pensé. No sé por qué pero los tres sabíamos que pasaría. Y así fue. Volvimos a lo que fue "dejarnos plantados". Y qué palabra. Quizás yo ya le cogí cariño hace tiempo, porque mi vida trataba un poco de eso. 

Volví a mi habitación y de un pequeño salto subí a mi cama. Ahí estaba yo. Tumbada sobre un montón de "cosas que pasan" y "cosas que me pasan siempre". Sabía que estaba hecha para eso. Para soportar las cosas malas que me pasaban. Y que nunca llegaban a tener fin.
Volvía a sumar otro día de "abandono" y empezaba a aceptar el hecho de que nadie quería saber de mí.
Las cosas eran así y probablemente nunca llegasen a cambiar. 
Y no recuerdo bien cómo acabo aquel día, pero sólo sé que estaba envuelta en un montón de mantas y abrazada a la almohada que tanto sabía de mí.



Y así acabó la historia patética de una chica que no supo ni qué hacer, ni qué escribir.



noviembre 22, 2013

Grita que no se te oye

Tener ganas de todo, y a la vez no tener ganas de nada. ¿Conoces esa sensación?
Estoy llena de contradicciones. Internas. Que quieren acabar con todo pero a la vez no quieren abandonarlo, de huir pero de quedarse a la vez.
Y cuando llegué a blogger leí "introducción". Y digo yo: ¿Introducción a qué? ¿A mí? ¿A mi caos?
¿A qué? 
Tengo miles de ideas contradictorias pero fusionadas como si fueran pegamento, y no puedo leerlas, ni oírlas con claridad. 
Sí, hablo de entenderme. 
Siempre me ha dado que pensar, pensar, pensar, y pensar, y así siempre. Porque, yo he sido más de pensar y callarlo, reflexionarlo y analizarlo poquito a poco, y hacerlo todo caótico.
Sí, es un desorden. Y el problema que no sé ni cómo se ordena esto. Y si no voy a saberlo yo, menos tú, supongo. Una cosa es cierta. Es un caos interior. El "que no se note" de toda la vida.
Y ese es el primer error de mí. 
Me cuesta entender que no tengamos esa capacidad (por pequeña que sea) de mirar a los ojos y verlo todo con claridad, ver qué se esconde detrás de unos ojos del color que sean. Que digo yo, que algo dicen. Aunque no todos sepan interpretarlo. 
Ver detrás de esa masa de piel miles de letras, y que tú tan solo te limites a leerlas.
Difícil, ¿no? Junto con que nos pasamos la vida huyendo, esperando, y guardándonos dentro de nosotros mismos cosas que nunca diremos pero querríamos decir, o no sé. Algo así. 
Nadie elige como es, yo no elegí ser así. Hubiera escogido algo como "seguridad", "confianza en uno mismo", "tranquilidad"... Y bueno, todos deberíamos aceptarnos, aceptar ser quien somos, por el simple hecho de que somos, ¿no? 
Dejar de un lado las cosas que nos comen la cabeza para empezar a ser nosotros los que empecemos a comernos el mundo.
Hablo de demostrar que valemos, tanto por dentro como por fuera. Y ha llegado nuestro momento.
¿A qué esperamos?

Vengo a hablaros de las personas. De los mil mundos que se esconden tras ellas, y el poco tiempo que le dedicamos a conocerlos.
Las primeras impresiones, nunca fueron buenas. Quién sabe cómo es una persona por su aspecto, por la impresión que éste nos ha dado y ha llegado directamente a nuestros ojos. Y puede no ser la correcta.
¿Cuántas veces hemos dejado de conocer a una persona por solo la impresión que hemos tenido de ella? Nos guiamos por una idea que no para de rotar por nuestra cabeza, la idea de "la primera impresión" y si esta ha sido mala, ahí señores, ahí la hemos cagado y ya no hay nada que hacer. Y digo que no hay nada que hacer porque pocos son los que, dan alguna (que otra) oportunidad.
Somos muy de "no voy a perder el tiempo" pero, ¿y si esa persona nos lo cambia por completo?
Hablo de sorprendernos. 
¿Alguna vez habéis visto a una persona y habéis pensado: "esta, esta es la persona con la que quiero mantener una conversación y no me importaría que no acabara nunca"? Han sido pocas, eh. 
Supongo que deberíamos conocer mejor a una persona y no guiarnos por apariencias, que, por desgracia sucede muy a menudo. Quién se va a lo difícil de entender y lo que puede hacerse de una manera u otra especial teniendo lo fácil que no es igual, pero no complica tanto. Os digo que, las personas difíciles son las que merecen la pena. Aunque te introduzcan a un caos del que quieras salir corriendo (o quedarte).
Cada persona es un mundo. Una historia. Diferentes. 
Quizás y sólo quizás así algún día encuentres lo que buscabas. Puede que lo acabes encontrando en alguien que no consiguió darte una buena impresión, o puede que sí. Que la encuentres y digas, es esa persona.
Y no haya duda.

noviembre 20, 2013



"Como un reloj sin manecillas,
se ahogan los tic tac
de siempre.

Como una rosa sin espinas,
que ya no nombra un poeta, y
dime tú ahora cómo define el amor.

Como un barco sin su capitán.
Como un puente sin un suicida.
Como los Noviembre sin sus hojas
caídas .
Como tú.
Como yo."

No vengo a deciros de qué va el mundo.
Porque si al menos supiera qué hacer, os digo que, no sería esto.
He empezado a escribir unas cuantas reglas,
que lo más seguro ni te empeñes en seguir,
porque no creo que llegues.
(Hay cosas más interesantes que hacer).
Como bailar. O,
dibujar.
Dibujarte.
Nos.

No tienes por qué leer esto.
Ni sentirlo.
Ni opinarlo.
Nada.

No tienes por qué creerte nada de lo que escribo.

Aquí.
Ni allí.
En ningún lado.
No tienes por qué.

Quizás te diga algún día la verdad,
así, a medias. Para que la otra la
completes
.


Que sepáis que seguís estando vosotros,
pero yo,
no.


noviembre 12, 2013

Querido desconocido:
Otra vez me invaden las ganas de escribirte. Quizás porque no sé quien eres, pero de una forma u otra sé que puedes leer, o eso quiero creer.
¿Recuerdas cuando te escribí buenos momentos? Dime desconocido, ¿por qué acaban tan pronto? ¿por qué se disuelven en pedacitos diminutos a una velocidad bestial? dime, ¿por qué?
Siempre me dijeron que pensar en positivo traería esa buena suerte que tanto necesito. ¿Pero sabes qué?
Hoy me he dado cuenta de que no. Y no pienses que porque no he querido intentarlo, porque, permíteme decir que sí, lo he intentado, todo. ¿Tú de verdad crees que esto algún día se podrá solucionar?
Yo creo que no.
Y no es por caer en el drama, pero las cosas cada vez pasan a peor.
De pensar que todo está solucionado a que no haga más que ir a peor. ¿Alguna vez te ha pasado querido desconocido? Si la respuesta es no, respóndeme y dime cómo. Y si la respuesta es sí, quizás deberíamos mantener esa conversación con un "bienvenido, únete a mí y mi caos".
¿No te sientes raro querido desconocido? ¡Incluso yo me veo desconocida!
¿Nunca has pensado que no se pierde a la gente de un día para otro? Quizás nunca les llegamos a importar. Bueno, corrijo, le llegué, porque no sé nada de ti desconocido. Ni siquiera sé cómo te sientes en estos instantes.
¿Alguna vez has pensado tanto una cosa que hasta te daba rabia estar preocupada siempre por lo mismo? Ese típico "la misma historia de siempre se repite una y otra vez", y no me deja pensar con claridad, desconocido.
Incluso todo esto lo estoy escribiendo por mero impulso. Que se guían mis manos y a veces parece que escriben solas. Oh...desconocido, tengo tanto que contarte... Y no sé por dónde empezar.
¿Pensabas que había acabado?
Y no acabo más que empezar.


Firmado: Yo. (Supongo que ya me conoces).


No me gustan estas sensaciones desconocido, mis ojos escuecen tanto que no sé.
He perdido tanto por cuidarlo, qué locura. ¿No te parece? O quizás no lo cuidé lo suficiente. O quizás fuera lo mejor. O quizás si hubiese sido una hija de puta lo hubiese entendido todo. Y no. Explícamelo querido desconocido, dime qué hago mal, dime en qué fallo. Dime por qué todo me pasa, dime por qué yo estoy destrozada y ellos no. Dime. Patética. Así me siento.




¿Nunca habéis pensado que quizás no sea eso de 'si no te quieres tú quién te va a querer', 
sino que si nadie te quiere cómo vas a quererte tú?
Os voy a contar una historia. Con la pequeña esperanza de que alguien más lo lea, y no sólo yo.
Es una historia simple, muy simple. Trata sobre una chica, normal, o así sería calificada por la mayoría.
Ella sabía que no.
Y lo supo en el momento de su caída.
Ella sentía que cuando más cuidaba, más perdía. Las amistades con ella, no marchaban como deberían. Aunque eso es otra historia.
Cada vez se hacía más pequeñita, emocionalmente hablando. Tan metida en su mundo, que nada tenía que ver con ella. Y el vacío era tan grande que no cabía más. Menuda ironía, eh.
Ya no le importaba la gente porque pensaba que volvería a perder.
Pensaba que todo lo que tocaba, lo destruía. A ella raramente algo le salía como quería, siempre le salía al revés, o de la forma que menos se esperaba. Y, a pesar de que ella era de pensarlo y planearlo todo mil veces, siempre tenía que acabar cambiando sus planes a última hora.
Ella era nerviosa, no encontraba el punto que le diera esa tranquilidad que ella buscaba, de que todo marchaba bien y que no hubiese que hacer nada al respecto.
Estaba muy preocupada por los demás, incluso más que por ella misma, y eso, era un error que le ha traído más que problemas. Pero, seguía igual, sigue.
Ella sentía que las cosas le salían mal por su culpa, por no saber evitarlo, o por haber caído siempre en la mala suerte que la arrastraba al fracaso, una y otra vez.
Ya sabéis. Era un poco insensible, o mucho. Fría como el hielo, tal vez.
Borde, incluso. O eso la decían.Con todos. O casi todos.
Ella era una ilusa que pensaba que las cosas siempre salían bien, que estaba orgullosa por haberse topado con aquellas amistades, y que sabría salir de todo.
Pero no, y lo estaba pagando.
Ella era inocente e ingenua.
Y así la iba.






Ella era yo 



noviembre 10, 2013


"A veces no se oye absolutamente nada. Sólo mis pasos, nítidos y amplificados, que reverberan en las fachadas con todo el aire a su disposición para propagar sus ondas sonoras.
Como si el sonido se alargara más allá de su origen. En ocasiones sopla una subyugadora brisa.
Papeles y hojas de los árboles baten contra el suelo como insectos alados que no consiguieran despegar.
Cualquier sonido, por pequeño que sea, se oye nítido y cristalino.
Me fascina pensar que es la misma ciudad que soportaba el torbellino humano de ruido, luces e información."



Después de un par de entradas hoy me presento.
Voy a partir de la realidad para escribirte, y describirme. Espero que lo comprendas.
No sé muy bien que me consume, y no comprendo que me digas eso de organizarme, es que ni se te oye. Quizás tú y yo no nos llevemos muy bien, porque siempre acabamos discutiendo, o no.
Aunque, creo que estoy empezando a entenderlo. No podemos ver con nuestros propios ojos el interior para no ver autodestrucción. Funciona así, ¿no?
No te relaciono con ningún suceso, más que nada, porque nadie me dijo que aparecerías ahí, que serías así, nadie me dijo nada de que yo sería así, tan tú.
Tan yo, creo que ni nos conocemos, o seguimos sin conocernos, por eso quería presentarme inestable y odiada yo.
No sé cómo describirme, o describirnos. Porque llegado a este punto espero que hayáis comprendido que hablo de mí, pero también de mí y mi yo. Bueno, como tú me conoces peor y mejor que nadie,¿por qué no nos presentas tú? O bueno, ¿tú quién eres? Nadie, supongo, como yo, si es que ambas somos una, ¿pero una, una qué? Bah, a saber. Si ni tú ni yo sabemos describirnos.
He probado a encontrarnos para saber mejor de ti, en cada espejo, o cualquier reflejo, pero no he obtenido ni una sola respuesta. Así que no sé.
He tratado de trazar líneas paralelas con un lápiz y me conducían al final de un folio, o acaban entrelazadas y hechas un nudo. Fíjate, querida yo, como yo.
También he intentado buscar en poesías, pensaba que te veía, como puede pensar cualquier persona, pero no, te escondías. Y que ya no hay manera de buscarte, ni de encontrarte, aunque bien pensado, (y estando bien de la cabeza) sería muy raro vernos tú a tú.
Buenas noches, dice, digo, malas. Ya no sé ni quién escribe, si tú, o yo.
Creo que me he perdido en sueños, ¿esto qué quiere decir? ¿quiere decir que no voy a volver más, verdad?, menudas preguntas más amargas, yo.
Llegados a este punto, respóndeme las preguntas, porque me dirijo a ti, te escribo a ti, y hablo contigo, mi yo. 

De mi yo, a mi yo.

Somos idiotas.

(Y por estas cosas no me entiendo).

noviembre 09, 2013

aquí no pasa nada, o mejor dicho, pasan tantas cosas juntas que mejor decir que no pasa nada

No somos tan malos como la gente piensa, ni tan buenos como parecemos.
Jamás llegaremos a ser lo que otros querrían que fuéramos ni lo que quisiéramos nosotros mismos ser.
¿Sabéis qué somos?
Somos lo que vemos, lo que la vida nos enseña a ser, o lo que aprendemos.
¿Sabéis qué?
Nos van a criticar, sin motivo alguno, a odiarnos sin razones, incluso a hacer daño sin ni siquiera dar explicaciones.
Y, va a doler.
Pero, a pesar de las heridas, aprendemos, o aprenderemos a vivir con cada una de ellas,  ¿no?
Recordar lo que hemos vivido, sea bueno o malo, porque por cada cosa vivida hoy somos lo que somos.
Hagamos cosas que queremos hacer, y no vivamos dando explicaciones a la gente del por qué lo hacemos o lo dejamos de hacer.
Esperemos ese "click".

noviembre 07, 2013

en cualquier lugar indefectiblemente

Hace mucho tiempo leí una frase que decía algo como: "Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas".
Creo que no he encontrado frase más cierta, no sé.

soy como esos libros que nadie lee

Quizás sea esas cosas que ya no pasan.
Llena de inseguridades, de indecisiones, de qué sé yo.
Empeñada en vivir la vida y es ella la que me vive a mí.
Es todo tan lioso que no me encuentro ni yo,
quizás nunca me encontré.

No sé.

No sé por qué me ocurre. La falta de seguridad en mí misma.
Nunca pude considerarme la mejor en nada.
Tengo un sentimiento nulo para la competitividad.
Voy caminando en contra del mundo, a contra corriente,
en ese sentido tan ridículo del todo contra todos.

No sé.

Nunca me importó si mi persona llamaba la atención
o era mejor que otra en algo.
Si hice algo, simplemente lo hice por propia voluntad,
y sin esperar palmaditas en la espalda.

Aunque bien pensado han sido pocas veces
en las que me han felicitado por algo. Por algo importante,
digo.

Pero cuando me he equivocado, (que por desgracia ha sido
más de una vez), he tenido que soportar mil reproches.

No sé.

Respiro sencillez por la calle, y me tropiezo muy a menudo con
miradas muy altivas de la gente.

No sé.

Tampoco es por caer en el drama pero esta vida está preestablecida,
¿no creéis? lanzarse al cuello del débil es ya tradición.

Estamos programados para callar y asentir. Y,
con toda mi inestabilidad, neuras y mierda mental tengo algunas cosas claras,
no muchas, poquitas más bien, pero muy claras.

Y es que conmigo que no cuenten.

noviembre 06, 2013

Todos tenemos una historia que contar, o eso dicen.
Una historia que es muy nuestra, única porque guarda todo aquello que hemos experimentado, sentido y vivido.
Creo que la mía tiene demasiadas comas, puntos y a parte, y frases sin acabar. O puede que hayan muchas hojas en blanco entre el libro.



noviembre 03, 2013

21:38. 

Parece que sobre estas horas, (sobretodo de un domingo) es cuando más piensas y más te prometes cosas.
¿De qué nos sirve si nos vamos a fallar?

Nos decimos a nosotros mismos, que tenemos que cambiar a mejor, que quizás hay algo en nosotros que no encaja y por eso las cosas nos van como nos van.
Nos prometemos sonrisas cada segundo al día, y llorar solamente cuando hayan razones bonitas. Nos prometemos dirigir mejor nuestra vida, no tropezar ni quedarnos perdidos por el camino, nos prometemos ir directos. 

También nos decimos a nosotros mismos que cuando comience la semana empezaremos a organizarnos mejor, a llevar un día a día sin agobios y a sonreírle a la rutina. A no ponerle malas caras a un lunes y a aprovechar un viernes por la noche, un sábado y un domingo como nunca lo hemos hecho. 
Pero claro, mejor dejamos las cosas para mañana, por lo que pueda pasar. Por si el mundo se acabase y nos pillase con las cosas ya planeadas que no servirían para nada. 

21:45

Me he vuelto a fallar.


ni lo leas, desconocido.

Querido desconocido:

Otra vez te escribo a ti. Mis dedos se empeñan en escribirte a ti, quizás sea para no ir a una persona concreta, y como tampoco sé ni quién me lee quizás esto sea lo mejor. Fíjate, ni siquiera sé quién eres y ya te guardo en un rinconcito de mi bandeja de entrada.


No sé si serás ingenuo, divertido, o simplemente serás otro idiota que me hará llorar, pero al menos, contéstame para que podamos descubrirlo.

Aunque vería lógico y normal que ni contestaras, es más, que ni siquiera te pararas tres segundos a ver de qué trataba esta entrada, que pasaras de ello como si no tuviera que ver contigo. Y quizás no tenga que ver contigo, o lo tenga que ver todo, ¡qué se yo!

¿Cómo te va la vida? ¿Has cambiado ya las camisetas de manga corta por jerseys de lana y chaquetas?

Si me preguntas a mí, a lo primero no sé que contestar, supongo que con injusticias, pero tampoco es plan de ponerme a hablar cómo perderé lo que queda de año, o de que hace poco encontré un pequeño tesoro que guardaba desde pequeña.

Vengo a hablarte de que la estantería me mira con ojos de abandono, y es que cuando más quiero y necesito leer es cuando menos puedo. Oh, desconocido, ¿te pasa eso a ti también?

No sabes los buenos momentos que son esos cuando no puedes salir, o que hace mal tiempo y prefieres quedarte en casa, y con unas simples o complejas líneas te sumerges en otro mundo, que no sea este, claro está. Escaparse un poquito de vez en cuando no está mal, ¿no crees?

También vengo a hablarte del frío. ¿No te parece que a veces el frío no viene porque sigues con un constante frío toda la vida? Bueno, toda la vida no, quizás haya exagerado demasiado. O no lo haya exagerado nada, a saber.


Esto de enviarte preguntas sin respuestas se me está haciendo un poco costumbre, querido desconocido. Pero no sé qué más hacer, al menos que me entiendas, o digas "bah", pero algo es algo.


Hasta otra, espero hablar contigo pronto.




Otra desconocida, supongo.



noviembre 02, 2013

Intentamos autoengañarnos, ocultar que no nos duele.
Estúpidamente fuertes y ridículamente fríos.
¿Por qué tenemos que ocultar más que lloramos? Si es otro sentimiento más, te expresas con ello, como reír, como enfadarse, como escribir...
A los que hacen eso y lo muestran más fácilmente se los tachan de débiles y sensibles, lo peor es que da más rabia aún que nos importen esas cosas.
¿Es de tontos llorar? No, "sólo los valientes lloran" y "con la cara descubierta" como la canción.
A veces, es mejor llorar, echar unas pequeñas gotitas de cristal o llover. Aunque no sepas el porqué, llora. ¡Qué más da!¡Qué importa! 
No llorar significa guardarlo, hasta que poco a poco tu pecho se vaya inundando, poco a poco pero a unos pasos de gigante. 
Quizás hacerlo más a menudo sea la clave de llevarlo todo un poquito mejor, de hacerlo más llevadero.
Soltarlo todo en lágrimas.