enero 25, 2014

Querido lector

Allí. Justo allí. Fila trece, sección cuatro, parte baja de la estantería. Ahí estoy yo. Entre otros tantos libros. Justo ahí, ni se me ve. Y normal. Soy de esos libros que nadie lee.

Y qué. Soy un poco libro abierto. Puedes mirarme, antes que verme.
Saber de mí incluso un poquito. Pero qué va. No te creas que antes de abrir siquiera la portada ya sabrás qué pasará conmigo. Qué va. 
Es más. Todo eso no te traerá más que quebraderos de cabeza, o puede que no. Depende de lo que leas, querido lector.
Puedes leerme. Una página, dos, tres, las que quieras, hasta acabar el libro, o hasta dejarlo a la mitad porque ya no puedes leer más. Pero que vuelvas a retomar la lectura.
Que no te digo que te vayas a encontrar ante el mejor libro de todos, pero tampoco creo que sea el peor. Te aseguro que no encontrarás mentiras (si eso alguna mentirijilla  que alguna vez se nos haya escapado) pero no, más verdades. Te lo aseguro.
No esperes estar ante el diario de la tía más popular de todas, porque para nada va a ser así. No te prometo poesías, comedias, o tragedias. Ni la mejor historia de todas. Es más, no prometo que sea entretenida. Quién sabe. A lo mejor querrás salir corriendo. Pero te prometo que encontrarás un poco de todo. Según me de, lector. Porque yo soy un poco así. Según me de.

Léeme, te invito a leerme. Seguramente encuentres mil mundos, unos mejores que otros. Eso seguro. Pero de los que vas a querer quedarte siempre, te lo aseguro.

Puede que no sea de las tapas más duras, o no tenga las hojas más curradas de todos los libros. Pero poseo argumentos, que quizás sea un poquito mejor.
Aunque, solo soy eso, lector, un simple libro. Puedes leerme o dejarlo para leer otro mejor. Sólo sé que leyendo habrás descubierto una cosa nueva.
Y tal vez, a mí.

enero 24, 2014

pero qué pasa aquí.

"¿Y me lo preguntas así? Tranquilamente.Como quien hace un salto en la conversación para encender un cigarrillo, y lo enciende, y después te echa el humo en la cara y te lo suelta."

qué importa el tiempo que pase, me importa lo que pase en ese tiempo

Las cosas demasiado fáciles siempre me dieron que pensar. Qué merecen si ni siquiera te ha costado un poquito de esfuerzo conseguirlo. Cómo vas a valorarlo, si no has dado nada por ello. Es algo que viene, y ya. Y de qué sirve. 
Lo que fácil viene, fácil se va. Y razón no le falta.
Siempre fue mejor conseguir algo, con esfuerzo, para disfrutarlo luego más. Porque cuando algo que has ganado con tu propio esfuerzo, eso, eso ya es otra historia. Y qué más da el tiempo que gastemos en lograrlo. Como si nos tiramos la vida. Nos tiraremos la vida, pero al menos buscando algo que de verdad nos ha valido la pena. Porque tener algo por tener, para qué. De qué sirve. Qué emoción tiene eso. Ninguna. Digo yo. Y seguramente que tú, también.
Y el tiempo. Menudo es el tiempo. Y qué rebelde. Nos promete darnos los mejores momentos. Nuestras mejores horas. Pero para qué, si luego se marcha. Se marcha, y no viene. Que ya volverá, dice. Y a saber.
Solo os digo que nunca le hagáis caso al tiempo. Es un mentiroso. Y no me digáis que no. Que no dura lo mismo una hora con alguien especial que una hora sin esa persona. Y  no solo eso, mil cosas más. Un mentiroso y un temerario. Porque siempre nos llevo a hacer las cosas a última hora. La última hora. Fíjate tú. Y por qué la llamamos última hora, si luego vendrán más. 
También nos hace creer que el tiempo corre, cuando no. Se para. Se para justo cuando estás en un momento de tensión, de nervios, de espera. Y que no quiere avanzar, dice. ¡Será traidor!
Yo solo os digo que nunca, nunca, os fiéis de él. Que a primera impresión, parece marcar solo unos cuantos tic tacs. Pero no, también te roba a ti. Y bueno, ojalá nunca sepáis lo que quiero decir.
Entonces creo que hay cosas demasiado fáciles como para tomárnoslas demasiado en serio. Que luego nos quejaremos, pero es así. Y que el tiempo a veces ayuda, y otras no. Que no siempre va de nuestra mano, vaya. Yo creo que el tiempo es un poco nuestro hermano mayor. Aprenderemos de él, pero siempre nos acabaremos tirando de los pelos por cualquier tontería. 
Así que no sé sinceramente qué quiero deciros con todo esto. Y me da igual. Sólo sé que mis manos se han empeñado a escribirlo y no paran. Normal. No paran. Siempre se les dio mejor hablar ellas. Que yo. Digo. Que mis palabras dichas. Quiero decir.
Si la vida tuviese activado el contestador automático yo creo que muchos mensajes tratarían un poco el tiempo. Y no me digáis por qué. Lo sé. Qué no trata el tiempo, esa es la pregunta. O el intento de pregunta, vamos. Porque yo creo que a veces la vida nos ignora. Un poquito.
Anda que no la habremos dejado mensajes, y ninguno nos lo ha contestado. Anda que no hemos llamado y no nos lo ha cogido. Que a lo mejor está cabreada. Qué sé yo. A lo mejor es tarde. Nunca es tarde. O siempre es tarde para todo, pero nos quieren hacer creer que no, que mejor así, de simple, y ya está. 

Lo simple aburre. -Corrijo- A veces. Otras veces simplemente puede parecerte lo más maravilloso del mundo. ¿Qué buscas? Algo simple, muy simple. Si es que no nos aclaramos. Cómo no va a estar la vida harta de nosotros. Cómo no.
Pero realmente, por mucho decir que nos parece mejor lo difícil, siempre caemos en algo fácil.
Y que quiero decir. Que supongo que empezaremos a perseguir nuestros sueños el día que nuestro sofá deje de ser cómodo.

Creo que si tuviéramos menos tiempo empezaríamos a organizarnos mejor las cosas, a tomarnos la vida más en serio y a hacer aquello que realmente queremos hacer, sin rodeos. Sin perder el tiempo. Y que no nos damos cuenta que es valiosísimo. Y lo gastamos como si nada. Como si luego fuese a volver. Y no. El tiempo, si fuese una persona, sería de esas que vienen, te desordenan y se van. Literalmente, y no tan literal. Se van. Y no vuelven. Ni siquiera se girarían para decirte adiós. Simplemente se irían, y que te vaya bien.

Si cada minuto fuera dinero, os aseguro que no estaríamos aquí, o allí, haciendo lo que estamos haciendo. Estaríamos constantemente pendientes de él. Y tampoco es eso. 
Esto no consiste ni en obsesionarte con el tiempo, ni en regalarlo así como así. Consiste en saber invertirlo. En no dar más a quien merece menos, y dar más a quien no tiene casi apenas tiempo ni para ellos mismos. 


Qué fácil pueden ser las cosas y cuánto nos complicamos. Y que mejor así. Complicado, digo.
Los laberintos mentales siempre fueron bonitos, al menos acompañados de alguien que los recorra. 
Y, que, las cosas no valen por el tiempo que duren, sino por lo mucho que marquen. Y no sé si con esto me he explicado.

enero 23, 2014

Él era más de volar,
ella de no ahogarse.

Él era más de gritar,
y ella de ahogarlo todo
en un suspiro.

Él era más de correr,
ella de no caerse.

Él era de subir,
ella de tirarse al vacío, 
porque era vacío.
O porque esperaba que
él estuviera evitando la 
caída.

enero 16, 2014

ctr

Hace algún tiempo me contaron que existen unas cuantas leyes en la vida, concretamente me hablaron de cuatro leyes importantes.
La primera ley trataba que "las personas que llegan a tu vida son las correctas" o "la persona que llega es la correcta". Es decir, que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, que todas las que nos rodean, interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender, y, avanzar en cada situación.
La segunda ley “lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”. 
Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: “si hubiera hecho tal cosa hubiera sucedido tal otra…”. No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo. 
La tercera ley “cualquier momento que comience es el momento correcto”. Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará. 
La cuarta y última ley decía algo como “cuando algo termina, termina”. Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia. 

Probablemente no sea casualidad que estéis leyendo esto, puede que si este texto llegó a nuestras vidas hoy; es porque estamos preparados para entender que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado. O yo qué sé.
"El fracaso es tu único enemigo." No estoy de acuerdo con esa afirmación, el fracaso es parte de nosotros, demuestra que fuimos valientes para intentarlo, y a la vez es didáctico. De todos los errores hay que sacar algo positivo. 
 Avanzar no es otra cosa que intentar algo, fracasar una o varias veces, aprender, sacar conclusiones y volverlo a intentar hasta lograrlo.  Muchos fracasos te acompañarán a lo largo de la vida, no lo hagas tu enemigo, no dejes que sea un motivo para rendirte, sino algo necesario por lo que todo pasamos para llegar allí donde queremos.

enero 11, 2014

mi teoría de todo

Vengo a confesar que he dado mil vueltas por el blog intentando escribir algo que me llamase la atención, encontrar esa chispa (como se suele decir) que me haga que las palabras salgan rodadas.
Y bueno, entonces me vino a la cabeza que hace menos de media hora estaba en la calle dando una de esas vueltas que no acaban nunca y que siempre te sientan bien para despejarte.
Pienso que todos deberíamos tener un rinconcito muy nuestro que nos hiciera acudir a él siempre que nos encontramos un poco bajos de ánimo. -Corrijo-, creo que todos tenemos un rinconcito muy nuestro al que acudimos siempre que nuestro estado de ánimo está por los suelos.
Probablemente el mejor lugar que exista sea nuestra habitación. El sitio de "ya va a encerrarse a su habitación" que pasa a ser para nosotros algo como "ya voy a liberarme en mi habitación". Y qué ironía.
Supongo que algo en nuestra vida a veces da parones y nos pide anuncios para descansar y volver a retomar las buenas historias. Y de ahí esos constantes vacíos y frenos de mano en la vida. Que yo qué sé.
Entonces pensé en que las palabras hoy en día son baratas. Quiero decir: podemos decir cualquier cosa, buena o mala, ¿por qué? ¡son gratis! Y si no lo fuera supongo que la gente no iría por ahí diciendo las cosas sin pensar. Dejarían de lanzar palabras que hoy en día se pronuncian muy fácilmente, se guardarían para ellos las chorradas y no actuarían como si estuvieran en la planta de rebajas. Y que probablemente sea la mayor chorrada de todas, pero es verdad, actuamos así, como si las palabras no importasen: nada.
Tampoco tenía pensado hablar de las cosas que deberíamos hacer porque si lo supiera os aseguro que no estaría escribiendo esta entrada. Pero sí de un poco mi teoría. Mi teoría de todo.
A veces pienso que esta vida está pre-establecida. Como si cada uno de nosotros tuviéramos un papel concreto y tuviésemos que cumplirlo a rajatabla. El problema es que ninguno (o casi ninguno) de nosotros tiene idea de qué debe hacer. Yo creo que el papel de mis instrucciones lo quemé porque me aburría y no sabía como salir de ahí. Siempre me gustó un poco más la aventura y las sorpresas, aunque tampoco tanto.
Me gustó pensar eso de que las cosas sucedían por algo, -o por alguien-, ¡qué se yo!
A veces mi teoría de todo es que nada dura para siempre. Sí emocionalmente, pero no de la manera que nosotros queremos y eso es terrible.
Otras veces no tengo teoría porque todo me parece demasiado trágico. Aunque supongo que eso tampoco es para tanto. Solo sé -y puede que sea parte de mi teoría- que algo hacemos mal. Nos estamos volviendo unos completos idiotas, todos. ¡Desde cuándo una sonrisa dependía de una última conexión! O yo que sé, por cualquier cosa. Antes éramos más fuertes mentalmente, antes sabíamos controlar un poquito mejor las emociones (creo yo). Ahora lo único que sabemos hacer es quejarnos por cualquier cosa. Depender de un estado de twitter o de facebook.
Suelo pensar negativamente para luego no chocar demasiado con la realidad, pero supongo que a veces necesitamos días realmente malos para darnos cuenta de lo bonitos que son los demás días en la vida. Esta vida. Y quizás eso sea lo único importante.