Uno solo sabe caer,
caer,
caer,
caer,
caer,
caer,
caer,
caer,
caer,
y caer,
y cuando cree que no puede caer más,
cae.
Hasta que una mano le pone en pie.
Y le dice que no va a caer más.
Y parece verdad,
porque desde entonces solo sabe tocar el cielo
estando de puntillas.
Incluso a veces olvida que está el suelo.
No sé si para bien,
o para mal.
Si bueno,
o malo.
Pero lo quiso así.
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