enero 16, 2014

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Hace algún tiempo me contaron que existen unas cuantas leyes en la vida, concretamente me hablaron de cuatro leyes importantes.
La primera ley trataba que "las personas que llegan a tu vida son las correctas" o "la persona que llega es la correcta". Es decir, que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, que todas las que nos rodean, interactúan con nosotros, están allí por algo, para hacernos aprender, y, avanzar en cada situación.
La segunda ley “lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”. 
Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante. No existe el: “si hubiera hecho tal cosa hubiera sucedido tal otra…”. No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante. Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas, aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo. 
La tercera ley “cualquier momento que comience es el momento correcto”. Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después. Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas, es allí cuando comenzará. 
La cuarta y última ley decía algo como “cuando algo termina, termina”. Simplemente así. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecidos con esa experiencia. 

Probablemente no sea casualidad que estéis leyendo esto, puede que si este texto llegó a nuestras vidas hoy; es porque estamos preparados para entender que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado. O yo qué sé.

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