diciembre 01, 2013

Vengo a contar que no soy la chica que disfruta de la lluvia. 
Vengo a contar que soy la chica que prefiere los paraguas y que lluvia la enfurece un poquito más. Aunque sabe que de poco le sirve, luego siempre acaba empapada. Sus zapatillas acaban llenas de agua, sus pantalones mojados hasta las rodillas y sus mangas de abrigo, igual.

Luego pensé en que tal vez sería una horrible forma de comenzar una entrada. Y que probablemente lo sea.
Así que vengo a contar que soy yo y por qué escribo lo que escribo.
Estaba llena de asuntos que no sabía encajar ni ordenar y necesitaba desahogarme.
Con el tiempo descubrí que escribiendo era una buena forma de "salvarme" de todo eso. Pero de una forma u otra también acabé descubriendo que no sólo salvaba, también hundía.
Y muy buena manera de hundirse.
Supongo que escribir lo que se siente, (o escribir una idea de lo que te ronda por la cabeza y que no sabes muy bien cómo escribir lo que sientes, o que no sabes qué sientes, y ya está), nos muestra nuestra parte más "débil". 
Pero pensándolo bien, hay personas que no nos saben leer. O mejor dicho, sólo muy pocas personas nos saben leer. 
Las personas que no nos saben leer no interpretan nuestras palabras de la misma manera que lo hacemos nosotros. Pueden tener una idea, pero no se acercan ni siquiera un poquito a todo lo que queremos decir. Y según qué personas.
Hay personas que entienden unas cosas, y otras personas que entienden otra de una forma distinta, pero dentro de unas mismas pautas. Con esto me refiero a que una frase puede identificarnos muchísimo, pero de diferentes maneras. Porque te guste, porque la hayas sentido, porque la hayas vivido. Dándole un significado totalmente distinto al que se le quería dar. 
Quizá por eso escribir es una bonita forma de salvarnos pero también de autodestruirnos.

Me he preguntado, más de una vez, cómo, cómo puede haber gente que no escribe.  Yo, para ordenarme un poquito las ideas siempre necesité escribir, lo veo casi necesario. Escribir para soltar todos tus pensamientos en palabras, ahogarlos en tinta y dejarlos ahí, para volverlos a leer. O para escribirlo y romperlo para no volverlo a ver en la vida, pero después de haber destilado mil y un pensamientos.


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