noviembre 10, 2013


"A veces no se oye absolutamente nada. Sólo mis pasos, nítidos y amplificados, que reverberan en las fachadas con todo el aire a su disposición para propagar sus ondas sonoras.
Como si el sonido se alargara más allá de su origen. En ocasiones sopla una subyugadora brisa.
Papeles y hojas de los árboles baten contra el suelo como insectos alados que no consiguieran despegar.
Cualquier sonido, por pequeño que sea, se oye nítido y cristalino.
Me fascina pensar que es la misma ciudad que soportaba el torbellino humano de ruido, luces e información."



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